Por más que lo intente no dejan de asaltarme pensamientos, imágenes recurrentes que hablan mas de mi que de vos, que ya no estás. He recorrido las calles a cualquier hora, pateando las veredas, cruzando mal y ansiosamente las esquinas con tal de vislumbrar una sombra, algún espectro que me hable un poco de vos. Soñé y soñé con las veces que nos vimos, las noches que te abracé, las mañanas que desayunamos y quedaban las sábanas manchadas y atestadas de tu olor, una fragancia fuerte y potente que se impregnaba en todo mi departamento. Pero eso ya pasó, ya nada de aquello existe. El lamento y llanto no deja de ser un bálsamo para idiotas que no pueden convi- vir con la desazón, la desesperanza por haber perdido algo que quizás nunca tu- vieron. Por eso recorro, por eso camino, por eso me escapo en bicicleta flotando a tra- vés de los adoquines de San Telmo, volando sobre Defensa, Reconquista, Balcarce imaginando que tal vez te cruce, que tal vez vea esa cabellera llena de circu- los perfectos, de rulos impolutos que danza, que bailan, que flotan a través de las viejas calles del microcentro porteño. Me paro allí en la Plaza de Mayo,mi- rando lo que queda del Viejo Cabildo y pienso en qué queda de mi después de ha- berte perdido, si es posible que quede algo si tal vez nunca te encontré, si vos me buscaste y yo andaba como idiota, perdiendome sin encontrarme, sin ha- llarme a mi mismo. A la mañana me levanto y veo circulos en las sabanas, circulos en las nubes, circulos en las cubiertas de la bicicleta, circulos en los discos rigidos de la computadora; hay circunferencias en todos lados, y te veo en cualquier mierda que se me cruce en el camino, pero no estás, ¡no estás! Me pregunto, te pregunto, te escribo y no estás, el circulo se transformó en una línea y las líneas se proyectan al infinito, se pierden para siempre y na- die jamás las puede recuperar. Yo quiero torcer el infinito y volver a la circularidad.